Perdí otra vez. No aprendí la lección y perdí. En un intento extraño por mejorar todo de nuevo, las palabras se enredaban mientras los ojos se llenaban de lágrimas al no poder retroceder. Duele, duele mucho, pero...
Los pies, aunque cansados, aún me piden caminar, los brazos extrañan ser parte de un abrazo, la mente, cansada y oxidada, aún añora soñar. Y sin embargo, yo no puedo más. Desearía donar los órganos a gente que no se rinda. Yo no tengo fuerzas ni para gatear. Todo se arruinó y fue mi culpa, por no saber cómo actuar, por confundirme y no saber qué máscara usar. ¿Cómo sobrevivir si no que dan ganas? ¿Cómo no escuchar el ruego de un ser gastado que extrañamente quiere seguir tropezando e hiriéndose sin motivo alguno? ¿Cómo hacer caso a las personas que con sonrisas hipócritas dicen que no debo parar?