21 dic 2007

Diciembre

Parecía que iba por un túnel lleno de imágenes y sensaciones que creí -erróneamente- enterradas. La falda escocesa sobre las rodillas, las piernas cruzadas, el cabello suelto, el perfume, los ojos somnolientos, ojos vacíos, ojos húmedos, ojos llenos de miradas profundas por momentos... todo volvía hacia mi como un boomerang, y me golpeaba de diferentes maneras, suavemente en el estómago como mariposas, en los dientes apretados acompañados de ira, o golpeaba mis labios hacia arriba simulando una sonrisa. Trataba de atrapar imágenes, quería aferrarme a alguna, cerrar los ojos y volver a vivirlas, pero era imposible, mis manos húmedas y mis ojos empañados me lo impedían.

9 nov 2007

Carta al exterior I

Volví a experimentar aquella sensación extraña de rabia, tristeza y alegría, todo junto, todo mezclado, todo confuso. Debo admitir que nunca me sentí bien conmigo misma, pero en fin, siempre encontraba una buena excusa para los que osaban tildarme de intelectual, aburrida, amargada y- aunque ni yo misma me convenciera- sonreía al ver la cara de aceptación que el grupo daba al oir mis perfectamente elaboradas respuestas. Y siempre fue así todo, Indira, jugar el papel de formal, respetuosa, tu bien sabes que eso me dio buenos resultados, aunque en la noche la pregunta de ¿qué hubiera pasado si...? siempre humedecía mis ojos sobre las sábanas. No era extraño encontrarme en las madrugadas tomando el techo blanco de mi habitación como escenario, imaginando (como en esa obra de teatro que vimos, ¿recuerdas?) etapas de mi vida siendo yo... pero al notar que me convertía en una de esas personas a las que calificaba como "desequilibradas" me cansaba de culparme e inmediatamente dormía, tal vez para truncar a los pensamientos que venían rápidos a aumentar más piezas del rompecabezas que pasé más de diez años tratando de armar, pero que al no poder encajar nada, dejaba sobre la mesa.

1 nov 2007

Dos

Se vieron otra vez el domingo pasado. Tus ojos brillosos y el cabello bien arreglado -con ese atuendo que habías preparado con semanas de anticipación- te hacía ver como una de las princesas de los cuentos que leíamos cuando niñas, estabas lista para aquel encuentro que había sucedido tantas veces mientras dormías, y que ahora por fin lo podías hacer realidad. Calculadora y perfeccionista, como siempre, esperabas que todo saliera como querías, esperabas matarlo con la mirada, dejarlo atónito y con ganas de no separarse de ti jamás. No imaginaste que, por primera vez, nada saldría como esperabas... tú princesa de cuentos e hija de Venus, estabas a punto de experimentar la desazón que deja ver tu plan perfecto hecho pedazos.

Llegaste y con tu mirada sobre los hombros saludabas delicadamente a todos, mientras tanto, y con un disimulo del que sólo tú eres dueña, lo buscabas por entre la multitud. Después de treinta dolorosos minutos lo hallaste por fin, muy al fondo, siendo él mismo, con su pose de intelectual y despistado que adorabas tanto, pero que jamás hacías notar, obviamente. Caminaste hacia él abriendo paso con tus manos, y paseaste tu figura delante de sus ojos, como buscando algo, dándole la señal de "estoy aquí", luego te sentaste y esperaste a que se te acercara. No te dió resultado, querida, él ni se inmutó... te enoja mucho que haga eso, ¿verdad? Tu esperabas su mirada examinadora sobre tí, su intento de sonrisa y sus palabras que se trataban en un intento desesperado de impresionarte con su vocabulario... nada de eso se dio, princesa. A cambio recibiste nada, y te dolió, porque frunciste más el ceño, porque tus ojos se llenaban de lágrimas, que limpiabas para impedir que se paseen por tus rosadas mejillas, y porque te pusiste de pie y te acercaste hasta donde él estaba, rodeado de más muchachas, amigas tuyas, y al escuchar su voz pausada tu frágil cuerpo se estremeció.

24 oct 2007

Navegando

"El amor siendo humano, tiene algo de divino... amar no es un delito porque hasta Dios amó"

15 oct 2007

11.01

Veo caer -por mi ventana empañada- algunas lágrimas de musas.

Recuerdo uno de los tantos días de mi infancia feliz, era una tarde invernal, sentada en la alfombra, con seis años, agarrando mis rodillas y examinando la profundidad de cada arruga que adornaba la dorada piel de mi abuelo, mientras él penetraba sus gruesas gafas con aquella mirada, que iba directamente hacia mí, y que yo, al no poder soportar sus pequeños ojos cafés, la esquivaba. Recuerdo tanto su olor a madera que podía sentir cada vez que nos sentábamos cerca de la ventana y me abrazaba con esos fuertes y gastados brazos, recuerdo sus susurros en días como éste, diciéndome casi en silencio que contemple el cielo y lo trate de alcanzar, poniendo en seguida sus manos sobre mis ojos y pidiendo que me imagine en el cielo, con las musas contemplándome desde las nubes e invitándome a subir porque se sentían solas. Al abrir los ojos le decía a mi abuelo que no podía llegar, que ellas estaban volando muy alto y yo me sentía tan pequeña. Él sonreía, decía que por eso lloraban, porque todos se rendían poco antes de llegar.

Tiempo después, mi abuelo, en su cama y con mucha gente alrededor, me llamó y me dijo: las veo, las veo tan cerca, y están felices de verme llegar. Vuela, hija, nunca dejes de volar, no importa cuán largo sea el camino. Tomó mi mano y cerró los ojos para siempre.

Ese viernes invernal, el cielo oscureció pero no llovió.

Cold hands, warm heart

A veces, en días soleados y noches frías como ésta, quiero poder retroceder el tiempo. Nadar desde la superficie en donde estoy, hasta la orilla y caminar, caminar hasta llegar al punto en el que toda esta mentira y antifaces sobre mi rostro comenzaron a aparecer. Siento la necesidad de redescubrirme y hallar quien en verdad soy, mis verdaderas actitudes... quiero dejar de lado la ficción y comenzar a vivir la realidad. Cuando volteo y miro las imágenes en el camino, siento que no fui feliz, que el YO que encarnaba en ese momento tal vez lo fue, pero la verdadera persona, no. Y me arrepiento tanto de haber vivido sin vivir, de haber actuado sin obrar, de haber sido sin ser en realidad. Imposible ignorar la pregunta que rebota en mi cabeza, aquella a la que ya no puedo dejar de escuchar, aquella que exclama ¿qué hubiese pasado si en realidad en tu vida hubieras sido tu, y no lo que querían que fueras?
A veces, en días soleados y noches frías como ésta siento tanto temor de la soledad en la que estoy, que desearía poder retroceder el tiempo...


11 oct 2007

Corriendo lento

A veces la situación se torna insoportable, las ganas de correr sin parar y sin un rumbo fijo son cada vez más difíciles de combatir. Y sé que todo está en mis manos, pero a veces éstas se adormecen y me veo de pie ante una ciudad en la que todos corren sin ver a su alrededor... y, obviamente, me quiero unir. Pero sé que no puedo, que si quiero volver a mi pequeño mundo anterior, en el que nadie influía -sólo mis yos, vale decir, amigos, música, libros, y claro está YO- debo seguir con este intento de vida adulta, esta especie extraña de formación, golpes y caídas a los que me voy acostumbrando... pero de los que no quiero formar parte...

16 jul 2007

Uno

Puedo ver el odio en tus ojos, aún cuando los mantienes tercamente cerrados, esas invisibles lágrimas de dolor te delatan y te hacen ver sumisa, rendida pero con el ceño aún fruncido. Lamentablemente siempre fuiste así, te costaba renunciar a tu condición de diosa y aceptar que -a pesar de esos rizos cafés y esas facciones tan perfectas- eras un ser humano, como yo, como Pablo, como todos. ¿Cuándo será que tu frente se muestre lisa y sin esas arrugas que formas al querer demostrar tu grandeza?
Ahora, ahora miras al suelo porque tu sortija acaba de caer, tienes miedo de que sufra algún rayón o que se deforme, ¿cierto? tienes miedo porque sabes que eso demostraría que no es de oro puro como te esmeras en hacer creer a todos; tienes miedo también porque no quieres sufrir lo que esa golpeada sortija. ¿Viste qué rápido cayó? ni cuentas te diste, un leve movimiento de manos (que aprovechaste para secar tus lágrimas) bastó para que huya de ti y se encuentre con el piso. ¿No quieres hacer tu lo mismo? ¡Claro que sí! y hace mucho, desde aquella primera vez que Pablo te vio llorar y echaste a correr, desde aquella primera vez que demostraste que también sientes... desde que murió tu Leonel.