Hoy llovió, Indira, llovió como no tienes idea. Mientras caminaba -con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha- el agua que brotaba del cielo empapaba mi rostro, haciendo que mi mirada y mis lágrimas pasaran desapercidas. Con los ojos empañados, sólo veía borrosas luces rojas y amarillas que pasaban rápidamente.
Comencé a recordar muchísimas cosas, pensé en todas las personas que habían formado parte de mi vida en algún momento. Traté de no olvidar a ninguna. Mi mente desempolvó imágenes del viaje a Argentina, de los lunes a viernes a las ocho, los sábados por la mañana, domingos por la tarde, los viajes familiares, los romances poco convencionales y las visitas a Leonor y Elena... recordé a todos, sin importar si habían o no influído de manera importante en mi.
Después de ese paseo mental, volví al presente... vi todo lo que había logrado hasta ahora, me arrepentí de las máscaras y noté que pude haber hecho más, pude haber escalado mucho más alto, nada me lo impedía. Tenía muchas respuestas por buscar, ¿quién era, quién soy en realidad?
Paré de caminar. La lluvia había cesado.